Veréis, A.S. editora de Thule, me encarga una traducción en verso del inglés al español, El libro inclinado para más señas. Podréis imaginar mi ilusión. Inmediatamente me pongo a trabajar dejando otros proyectos y dedicándole muchas horas de esfuerzo, pues había que combinar el sentido literal, métrica, rima, ritmo y el tono irónico, además de pelearme con un texto difícil del inglés coloquial hablado en el New York de principios del siglo XX. A todo esto aclaro que no se firma ningún contrato, ni sé lo que voy a cobrar, no era para mí lo más importante. Termino la traducción antes del plazo señalado verbalmente y se la envío a A. al cabo de varias semanas me comunica por email que el director editorial considera que la traducción no se ajusta a sus expectativas. Imaginaos cómo me quedo, con un daño moral tremendo por varios motivos. La llamo por teléfono y le pido explicaciones, las suyas, no las del director, ya que ella es la que genera el encargo y ella ha de responder y no escurrir el bulto (aquí podréis observar la profesionalidad de la editora). Le digo que no puede dar carpetazo con un lacónico no cubre las expectativas a tres semanas de trabajo intenso, a un esfuerzo intelectual importante. Señalo que no me han dado opción de revisión del texto, ni argumento alguno en su contra, no hay respuestas argumentadas, ni elementos de juicio sobre la traducción. Ante mi petición de reconsiderar la decisión editorial y retomar el trabajo a partir de razonamientos argumentados, silencio. Le digo que la traducción es bastante digna y así lo pienso, que todo encargo aunque no sea publicado conlleva una remuneración económica o compensación. Su respuesta, el silencio. Apunto que puedo entender que mi traducción no sea de su gusto, pero que al menos merezco una respuesta sobre ella y que voy a escribir una carta al director para pedir las explicaciones pertinentes. Pone el grito en el cielo y entonces dice que mañana mismo las tendré por correo electrónico... En fin no quiero cansaros, sólo apuntar que han jugado con mi tiempo, con mi dignidad y lo que es peor con mis ilusiones.
Moraleja: Quien trabaje con Thule que pida un contrato ( no como yo) , y se ponga a trabajar cuando lo tenga firmado pues la palabra de esa gente no vale nada y su credibilidad profesional ha quedado bajo mínimos. Estas actitudes no les beneficia en nada en el ámbito editorial ni personal, más le valiera tratar a los demás con un mínimo respeto. Ahora, lo que sí hice fue registrar en la propiedad intelectual la traducción. Por justicia debía contaros todo esto, antes que nada está mi propia dignidad personal, callar es lo más fácil y lo menos arriesgado pero también lo más cobarde. Un saludo y gracias por leerme.