06 enero, 2009

Por el cinco de enero



LAS ABARCAS DESIERTAS
Por el cinco de enero,
cada enero ponía
mi calzado cabrero
a la ventana fría.

Y encontraban los días,
que derriban las puertas,
mis abarcas vacías,
mis abarcas desiertas.

Nunca tuve zapatos,
ni trajes, ni palabras:
siempre tuve regatos,
siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
me lamió el cuerpo el río,
y del pie a la cabeza
pasto fui del rocío.

Por el cinco de enero,
para el seis, yo quería
que fuera el mundo entero
una juguetería.

Y al andar la alborada
removiendo las huertas,
mis abarcas sin nada,
mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
tuvo pie, tuvo gana
para ver el calzado
de mi pobre ventana.

Toda la gente de trono,
toda gente de botas
se rió con encono
de mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
cubrir de sal mi piel,
por un mundo de pasta
y un mundo de miel.

Por el cinco de enero,
de la majada mía
mi calzado cabrero
a la escarcha salía.

Y hacia el seis, mis miradas
hallaban en sus puertas
mis abarcas heladas,
mis abarcas desiertas.
Miguel Hernández

2 comentarios:

Sàlvia dijo...

Un gran mestre per a descriure les emocions. Per ací ja han passat els reis, malgrat no haver-hi ficat les sabates al balcó. I per Villena?

Besadetes en aquesta màgica nit (malgrat que no ho és per a tots els xiquets del món)

Pedro Villar Sánchez dijo...

¡Qué grande es Miguel Hernández! Para saber de emociones y sentimientos hemos de empaparnos de sus versos.
Por Villena ya ha pasado, esperemos que algún día pasen por las casas de todos los niños del mundo.
Un abrazo Salvia.

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