Niños de México, en estos días duros como piedras, ni un solo minuto he dejado de pensar en vosotros, de recordar vuestra preocupación, vuestra mirada inocente de no saber bien qué pasa. Vine a Ciudad de México como jurado del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños de la mano de un hermoso colibrí de versos alados, etéreo, atento al mundo, a la voz de la poesía. Llevé conmigo la amistad, los afectos, los abrazos, rostros conocidos y anónimos del sol azteca , de la sabiduría de los astros de un pueblo noble, curtido en lunas y silencios antiguos. Me acompañó vuestra imagen afectuosa y atenta cuando por primera vez, como en un sueño, recité versos para vosotros los niños mexicanos. Lo recuerdo claramente: Biblioteca Amalia González Caballero, un recinto sagrado y mágico donde no existe el tiempo, donde los libros cantan su alegría, donde los trinos de Parque España y México se convierten en mágicos susurros de papel de un jardín dentro de otro.
Recuerdo la presentación entrañable de D. Emilio Salas , Subdirector de Bibliotecas Públicas de la Secretaría de Educación Pública en el Distrito Federal, la profesora Blanca Villanueva, Coordinadora de Proyectos de Servicios Bibliotecarios y el personal de la biblioteca que la ambientaron con carteles y editaron los programas de mano, alumnos de varios colegios del distrito y además de talleristas que trabajan en las bibliotecas del DF en animación a la lectura. También acudieron las escritoras María Eugenia Mendoza, Judy Golman y Becky Rubinstein. Fue una gratísima experiencia que no olvidaré. Y Allí, ocultando las lágrimas, conteniendo la emoción os dije, he venido para agradecer al pueblo mexicano la acogida que ofrecieron a los escritores españoles del exilio. Recuerdo nítidamente aquellas imágenes, aquellas sensaciones, aquellos afectos. Hoy en estos días difíciles vengo a ofreceros los versos y las palabras de esperanza de aquellos poetas españoles que vivieron entre vosotros: León Felipe, Cernuda, Moreno Villa, Max Aub. Y os deseo la laboriosidad de las hormigas, el ritmo de los grillos, el sentido del vuelo de las aves, la mirada de un cachorro, la orientación de las estrellas, la melodía de los trinos, la paciencia de las tortugas, la armonía de los pájaros, el vuelo del colibrí, la fuerza del tigre, y os entrego como una ofrenda, este incondicional abrazo gigante ya para siempre.
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